domingo, 23 de junio de 2013

Aceptación



Estas molesto y enfadado. Entonces acepta lo que es.

¿Aceptar que estoy molesto y enfadado? ¿Acepto, que no puedo aceptarlo?

Sí. Lleva aceptación a tu no-aceptación. Lleva rendición a tu no-rendición. A continuación observa qué ocurre.

El dolor físico es uno de los profesores más severos que podemos tener. Su enseñanza es: «La resistencia es inútil.»

Nada podría ser más normal que el deseo de no sufrir. Sin embargo, si puedes abandonar esa actitud y permitir que el dolor esté presente, tal vez sientas una sutil separación interna del dolor, como un espacio entre el dolor y tú, por así decirlo. Esto implica sufrir conscientemente, voluntariamente. Cuando sufres conscientemente, el dolor físico puede quemar rápidamente el ego en ti, ya que el ego está compuesto en gran medida de resistencia. Lo mismo es válido para la incapacidad física extrema.

«Ofrecer tu sufrimiento a Dios» es otro modo de decir lo mismo.

No hace falta ser cristiano para comprender la profunda verdad universal contenida simbólicamente en la imagen de la cruz.

La cruz es un instrumento de tortura. Representa el sufrimiento más extremo, la mayor limitación, la mayor impotencia con la que un ser humano puede toparse. Entonces, de repente, ese ser humano se rinde, sufre voluntariamente, conscientemente, y eso queda expresado en las palabras: «Hágase tu voluntad, y no la mía.» En ese momento, la cruz, el instrumento de tortura, muestra su cara oculta: también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo divino.

Lo que parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental en la vida, se convierte, mediante la rendición, en una abertura a esa dimensión trascendental.

Eckhart tolle

martes, 11 de junio de 2013

Ser el original....

Carl Jung decía: “Nacemos originales y morimos siendo copias”. Sin embargo… hay quienes no. Cuidado: no siempre están a la vista; a veces pasan inadvertidos, o ni ellos mismos lo saben. Es más: puede que, siendo diferentes al mundo, se sientan más bien “fallados”… algo así como un fraude, un error de la especie. Hasta que un día (casi siempre en la mitad de la vida) algo les hace intuir la verdad: como una semilla dormida en la nieve despertada por un haz de luz, sucede que el gesto de alguien, un libro, una palabra, o el dolor macerado y tranmutador… les cambia el punto de vista desde el cual se miraban a sí mismos. Toda flor, fueron secreto un día. Florece a partir de hoy.
Crecimos aprendiendo a sospechar de quienes somos. Hay a quienes les ayudaron en el asunto ciertas etiquetas que les pegaron mal en la frente (o, peor, en el pecho): “inadecuado”, “depresivo”, “edípico”… Pero… ¿Quién había detrás de la etiqueta? ¡Una semilla con miedo a “brotarse”! Hasta llegar, con suerte, a confiar en nuestra capacidad de hermosura. En esa instancia uno asume que sí puede vivir como original de sí mismo: desiste de ser copia, de imitar para encajar. Nadie resulta un fraude si es quien es, sin pretender ser lo que no.
Entonces: hace falta un pacto de confianza. Dejar de sospechar de quienes somos, de achicarnos para caber en ese tarrito hecho en serie al que nos confinaron. De nosotros depende trasplantarnos a tierra plena para ejercer la audacia de ser individuos. Y ser individuos no es ser individualistas: es ser enteros, para ser con todos. Cumplirnos la promesa que nos hicimos antes de nacer. Para eso vinimos!
Leonor Bravo, poeta ecuatoriana, lo dijo así:
Todo fruto
toda flor,
fueron secreto un día.
Semilla enterrada
en la necesidad.
Secreto de tu vida
florece a partir de hoy.
Sé voz, color y canto.
Sé en toda dirección.
Alumbra al mundo con tu vida.
Que desde ahora nadie
se pierda más de ti.
gracias Marivi