martes, 27 de marzo de 2012

miércoles, 21 de marzo de 2012

Amar

Senegal

Si te preocupas a fondo de ti, podrás hacer algo útil por los demás.
Mientras no te conozcas en totalidad, mientras no te comprendas y veas en ti a la Humanidad toda, no podrás amar sincera y libremente a los otros.
Solamente la comprensión profunda de sí mismo es garantía del amor a los demás.
Imponerte la obligación de amar, por un acto de tu voluntad o por un precepto externo, conduce a una violencia interior y no a una actitud amorosa, natural y espontánea.
Haz lo mejor por ti mismo, que es comprenderte, y entonces podrás ver a la Humanidad toda en ti y harás también lo mejor por ella.
                                                                                                Darío Lostado

sábado, 17 de marzo de 2012

Conoce tu realidad profunda

Uzbequistan


                                             La realidad o identidad profunda
                                      es común a todos los seres humanos. 
Es aquello por lo que somos iguales.
La personalidad es aquello por lo que nos diferenciamos 
unos de otros.
El desconocimiento de nuestra realidad profunda 
o sea de aquello por lo que somos personas, 
es la causa de nuestros mayores males. 
Cuando esta realidad profunda es suplantada 
y substituida por la personalidad o el "ego", 
caemos en el "egoísmo". 
Es decir, la defensa de lo periférico, 
de lo secundario de nosotros, 
enfrentándonos con todos los "egos" de los demás 
y creándose así la rivalidad 
y luchas constantes, 
viendo siempre en los otros,
                                      unos posibles o reales enemigos.

La conciencia del "yo" verdadero une, 
armoniza y unifica 
porque el yo verdadero es Amor.
Darío Lostado

martes, 13 de marzo de 2012

Optimismo





"Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente."




R. Tagore.

martes, 6 de marzo de 2012

Felicidad

Vietnam
Los pobres, los ricos, los blancos, los negros, los ancianos, los niños, los jóvenes, los maduros, los que viven en las ciudades, los que viven en las aldeas y los campos, los africanos, los europeos, los asiáticos, los americanos... todas las personas que viven en cada rincón de la Tierra coinciden en una cosa invariablemente: todos quieren ser felices, todos sienten el mismo deseo y anhelo profundo de felicidad.
Pero mi voz me dice:

Son pocos los que logran vivir un estado habitual de felicidad. La mayor parte suelen quedarse encandilados con fugaces estados momentáneos de goces y satisfacciones sensibles o psicológicas, sin llegar a saborear el gozo profundo y permanente de la felicidad. Y es que el camino que se elige hacia la felicidad suele ser incorrecto e inadecuado.
La mayoría de las personas viven pendientes de las satisfacciones de los sentidos externos. Estos se satisfacen con objetos materiales y sensibles. Cuando la persona tiene alguna deficiencia material, piensa que si la satisface, será feliz. Y trabaja para conseguirlo. Cuando llega a obtener lo que deseaba, surge el deseo de algo más porque siempre hay un algo más para desear. Y comienza la carrera para obtenerlo. Así la carrera resulta interminable. Nada de cuanto va adquiriendo logra aquietarla y satisfacerla en el fondo y de verdad. Y es que la aspiración que cada persona siente en el fondo de sí misma hacia la felicidad verdadera no puede ser satisfecha con sucedáneos de felicidad sino con lo que es la felicidad en sí misma. Y la felicidad de cada ser consiste y reside en la plenitud a la que está destinada por su naturaleza. Cada persona ya es la plenitud que está demandando ser vivida y realizada en cada acto de la vida, en cada momento de la existencia. La felicidad no es algo que deba obtenerse y conseguirse fuera de uno mismo. La felicidad no se puede cazar, no se puede agarrar, no se la puede aprisionar y atar. La felicidad simplemente ES, existe en cada uno de nosotros. Pero está esperando ser vivida. Y se la vive cuando uno vive la plenitud a la que está llamado y destinado por su naturaleza de persona.
Cuando la persona vive esa plenitud de su naturaleza, es decir, cuando vive la realidad de lo que ES, o sea energía, inteligencia y amor, entonces la felicidad se hace presente inundando el alma y los poros todos del ser, sin necesidad de buscarla ni llamarla.
Algunos suelen decir que la felicidad es esquiva o huidiza, No es tal. Lo que ocurre es que se la busca donde no se la puede encontrar.
Aunque a muchos les cueste creerlo, la felicidad es totalmente ajena e independiente de todas las cosas que nos rodean. La felicidad no viene ni consiste en nada de todo lo que tenemos o deseamos. La felicidad solamente Es el mismo Ser que somos. Cuando nos damos cuenta de ello ya somos en principio esa felicidad. En otras palabras, cuando vemos que somos la felicidad por el mismo ser que somos entonces comienza nuestro estado feliz.
Algunos que se creen muy religiosos piensan que esto es prescindir de Dios ya que según ellos la felicidad como se cuele decir con frases estereotipadas solamente está en Dios. Pero olvidan que el Dios vivo está en el interior de cada uno incluso en los que no lo aman o dicen que no creen en su existencia. u creencia o no creencia no cambia las cosas. Cuando una persona encuentra el centro de sí, allí encuentra a Dios sin el nombre ni el concepto de Dios. Pero no su realidad.
Las más de las veces el sufrimiento es el principio del camino de la felicidad. El sufrimiento nos está diciendo con su voz que esa deficiencia que nos hace sufrir, eso que hemos perdido o eso que deseamos no es nuestro camino. Es necesario buscar por otra parte. El camino de la felicidad casi siempre empieza en algún sufrimiento. Porque el sufrimiento nos hace mirar hacia dentro. Es cierto que muchos a pesar del sufrimiento no buscan el camino. Así vendrá otro sufrimiento hasta que abran los ojos. Por eso es de sabios aprender de la vida. Y es de necios mantener los ojos cerrados.
 
Dario Lostado
 
 

jueves, 1 de marzo de 2012

Vivir



Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.

    Abraham Lincoln